05/11/2020
El ciclo de negocios post-Covid será digital.
Las inversiones en nuevas tecnologías llevan un cuarto de siglo en boga. Un paradigma que ha alimentado los planes estratégicos de empresas, pero que ha ampliado sus horizontes transformadores. Europa, por ejemplo, destinará 26.000 millones de euros anuales para situar al Viejo Continente a la vanguardia digital. En una lucha competitiva abierta con EEUU y China.
Después de haber perdido la batalla de los datos, la UE quiere ostentar la hegemonía de la Inteligencia Artificial y abanderar el acervo regulatorio que determine las reglas de juego y evite bolsas de fraude cibernético. El reto no resulta baladí. Porque los negocios digitales, con sus plataformas online han pasado a ser esenciales para fidelizar clientes. Igual que los ecosistemas productivos basados en la innovación. La Gran Pandemia acelerará procesos incipientes, pero ya en marcha, como el e-commerce, la paulatina supresión del dinero en circulación, el teletrabajo, el reforzamiento de los servicios sanitarios, la investigación biomédica o la reconversión verde hacia la sostenibilidad. El mercado también ha marcado esta senda de crecimiento futuro. Su argumento: la prosperidad venidera será digital o no será.
La economía digital -la llamada Industria 4.0 o Cuarta Revolución Industrial- ha sido el paradigma de cambio de modelo productivo que han instaurado, especialmente tras el credit crunch de 2008, sectores vinculados a las manufacturas, desde la automoción hasta las firmas energéticas, pasando por la industria aérea. Las compañías llevan, pues, años adoptado sus procedimientos empresariales y métodos de innovación, que han transformado de manera diametral, durante el decenio de recuperación económica previa a la llegada de la Gran Pandemia, sus cadenas de valor. Mediante la integración de una extensa variedad de instrumentos, aplicaciones y recursos tecnológicos. Desde impresoras 3D hasta la robótica. Pero, por encima de aspectos concretos, a través de una persistente automatización de los fulgurantes avances informáticos (en especial, en software) y la integración de procesos de tratamiento de datos (Big Data) y su convergencia con fórmulas algorítmicas y cálculos de Economic Analytics. Unos esfuerzos imprescindibles para abordar con éxito los mercados digitales de bienes y servicios manufacturados.
En definitiva, estos actores industriales -muchos unicornios, firmas que han rebasado los 1.000 millones de dólares de valor, pero también consorcios de larga tradición-, se han adentrado en la Inteligencia Artificial. Usan plataformas on line y ecosistemas empresariales propicios para el desafío de adecuarse, primero, y satisfacer, después, la demanda de sus clientes. Casi en tiempo real. Porque no tienen reparo -sino todo lo contrario- en asumir nuevos modelos de negocio, en transformar sus estructuras corporativas y en movilizar constantemente a su capital humano y tecnológico. De igual forma que se afanan en encontrar nuevos protocolos de gestión o perfilar una reorganización de su logística o de sus transacciones financieras para agilizar envíos. Incluso buscan soluciones imaginativas para atraer talento o formar a sus plantillas laborales con nuevas habilidades técnicas. Siempre en aras de ganar eficacia y celeridad y con la meta de acomodar su producción a la alta competitividad de la era digital. Tampoco sus equipos directivos están exentos de responsabilidad, porque sus decisiones se someten al escrutinio de la productividad y de la cuenta de resultados.
Crece rápido o muere lento es uno de sus lemas más elocuentes. Tesla responde a esta máxima. El fabricante de coches inteligentes por excelencia, una de las enseñas empresariales de Elon Musk, superó, ya en 2018, a Ford Motor o General Motors en capitalización bursátil. Adaptarse a los cambios o desaparecer. Esa es la cuestión. Porque, como alerta John Chambers, presidente de Cisco Systems , “al menos el 40% de los negocios actuales perecerá en los próximos diez años si sus directivos no son capaces de averiguar cómo realizar una conversión de arriba a abajo en sus compañías para adecuarlas a la innovación tecnológica”.
El reto de la industria digital es, pues, mayúsculo. Pero la recompensa es demasiado suculenta como para ignorarla. El negocio 4.0 añadirá 12 billones de dólares más al PIB global en 2025; el equivalente a las economías conjuntas de Japón, Alemania y Reino Unido. Aunque ya ha sido capaz de generar, dice Doug Gates, responsable de industrias manufactureras, aeroespaciales y de Defensa de KPMG International, Internet de las Cosas (IoT), 3,7 billones de dólares de riqueza en el lustro previo a la epidemia del Covid-19. A juicio de Gates, “la mayoría de la industria manufacturera ya dispone de tecnología y procedimientos 4.0, pero todavía no están preparada para una integración completa”. Y este paso “resulta clave e ineludible” si se persigue “la plena conexión entre la dimensión de productos y servicios inteligentes y los procesos productivos”.
Klaus Schwab, fundador del World Economic Forum (WEF) explica que, “contrariamente a otras revoluciones industriales, la 4.0 involucra cambios exponenciales, no lineales, que afectan no sólo al qué o el cómo hacer las cosas, sino también a quiénes somos”. En su opinión, “estamos ante un hito histórico sin precedentes, por la velocidad, el alcance y el impacto de esta fusión tecnológica que está superando las barreras entre las esferas física, digital y biológica”. No hay parangón en cuanto a la promoción de la prosperidad global de esta Cuarta Revolución Industrial en relación a las tres anteriores, proclama el impulsor de la cumbre de Davos.
El salto desde la Gran Pandemia
La mayor recesión global en tiempos de paz sitúa este cambio de paradigma productivo ante un nuevo desafío que requiere, incluso, mayor velocidad de crucero. Las empresas, tras varios años de modernización de sus negocios y de sus sistemas de Inteligencia Artificial (IA) y de situar sus ofertas digitales en la misma longitud de onda de las demandas de sus consumidores, clientes o usuarios, están ante la urgente tesitura de acelerar y perfeccionar sus plataformas y ecosistemas digitales, de adoptar el trabajo en remoto -con cierres de alguno o la totalidad de sus centros productivos- de intensificar sus inversiones hacia las nubes en red, de catapultar la colaboración del software digital y, en definitiva, de adecuar sus avances en Big Data e IA a sus decisiones de negocio. “Veremos cinco años de crecimiento digital en el sector privado global” anticipa Diya Jolly, jefa de gestión y diseño de producto de Okta, una consultora que asesora a firmas a dar el salto digital, “desde este 2020”. De hecho, desde el inicio de la Gran Pandemia, las compañías tecnológicas han sido las que más han revalorizado su capitalización bursátil y las que destruyen menos empleo. Startups como Figma, Notion o Canva, que gestionan carteras de varios cientos de millones de dólares, son varios de los botones de muestra de firmas de inversión que han virado sus fondos hacia valores digitales durante la Gran Pandemia.
Por eso, no es de extrañar que las tres compañías hayan puesto a la venta en este periodo herramientas digitales que ayudan a empresas a mantener su producción y sus plantillas laborales incluso cuando se ha consumado la fase de trabajo en remoto. Como tampoco resulta sorprendente que Zoom, la plataforma de conexión telemática y audiovisual en red, haya protagonizado uno de los rallies alcistas de más enjundia de los meses de recesión. O que Okta, Cloudflare o Red Points hayan incrementado sus beneficios aportando estructuras de ciberseguridad a las compañías para proteger sus sistemas de datos. “Los verdaderos héroes son los investigadores que tratan de dar respuesta médica a la epidemia, pero Internet es el auténtico compañero de viaje” para combatir la crisis sanitaria y económica, explica Michelle Zatlyn, cofundadora de Cloudflare.
Un reto que no sólo incluye la innovación del software. También en Europa, EEUU y China se ha intensificado la transformación del hardware. Compañías focalizadas en semiconductores como Graphcore, ASNL o Arm, se afanan en desarrollar tecnología para insertar las aplicaciones de IA, la prioridad para startup como Celonis o big-tech como Amazon. Mientras Microsoft o Salesforce asumen nuevos negocios relacionados con el retorno al trabajo en oficina, llamado a combinar, de forma equilibrada, el teletrabajo, para que las compañías puedan reanudar su actividad in situ de manera segura y al son que marcarán las futuras desescaladas. Porque el Covid-19 ha inyectado combustible a la transformación digital. “Estamos ante un momento crítico en el que el futuro laboral se está replanteando, está experimentando un radical cambio en el imaginario de las empresas, de forma que nada será como parece en un breve espacio de tiempo”, advierte Bret Taylor, directivo de Salesforce. Porque la epidemia ha demostrado que las empresas no necesitan necesariamente disponer de sus plantillas físicamente en las oficinas y que la idea de establecer un híbrido entre el trabajo presencial y telemático ha dejado de ser una entelequia. “El objetivo es atraer la demanda con la mayor lista de instrumentos digitales posible”, explica.
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